Patatas Meléndez se prepara para una expansión ambiciosa


Su propietario –controla el cien por cien desde principios de 2017– ha sido el artífice del salto que ha dado en poco tiempo. Su reestructuración, su plan estratégico y su inconformismo han convertido esta industria de Medina del Campo en la primera productora y distribuidora de patata de España con una cuota de mercado del 20%. La receta de este gran salto tiene tres ingredientes: una mayor calidad, una intensa y fluida relación con una tupida red de agricultores y profesionalidad.

Javier Meléndez, que recibió el pasado octubre la Medalla Europa al Mérito en el Trabajo, concedida por la Asociación Europea de Economía y Competitividad, forma parte de una familia de Pedrosa del Rey, donde se crió, aunque posteriormente cursó sus estudios medios en Valladolid, donde se licenció en Empresariales. Una formación muy útil para incorporarse a la aventura empresarial que había emprendido su padre, Rafael Meléndez Laguna, en 1992, año en el que creó Agroinnova. Hasta entonces, la familia se había dedicado exclusivamente a cultivar patata y venderla, pero «queríamos ponerla en valor y garantizar la sostenibilidad de nuestros cultivos. Empezamos a comercializar producto para Matutano y con la marca El Abuelo en exclusividad para El Corte Inglés. En 1999 fundamos Patatas Meléndez para abarcar mayor mercado y, en 2017, adquirió todas las acciones. Entre 2013 y 2017 se registraron crecimientos bastante importantes. Mi hermano sigue con Agroinnova».

Inmediatamente surge una pregunta: ¿En qué ha cambiado la empresa desde que usted es el único propietario? «La estrategia –responde– que puse en marcha fue la de estructurar los equipos de mando de la compañía. Sobre todo el de los profesionales responsables de las relaciones con los agricultores para conseguir unos buenos acuerdos, ayudarles y asesorarles técnicamente, así como garantizar la excelencia de sus cosechas y la eliminación de mediadores, a quienes antes confiábamos esta labor. Este fortalecimiento nos ayudó a ofrecer mejores variedades, formatos y mayor calidad. La ampliación del portfolio nos ha llevado a incrementar rápidamente la cartera de clientes. Hemos buscando, por encima de todo, que el consumidor nos compre porque nos reconoce y recurrimos al marketing como apoyo».

Esa segregación no ha hecho perder a Patatas Meléndez el espíritu fundacional de hace más de un cuarto de siglo. «La preocupación por la calidad ha sido una constante siempre, pero desde mi punto de vista no lo estábamos haciendo bien porque focalizábamos en la calidad gourmet, lo que significa pocas cantidades y, por tanto, un alcance pequeño. El reto era dar calidad a gran escala. Se trataba de hacerlo con más productores y zonas que, hasta entonces, apenas habíamos tocado y, paralelamente, internacionalizándonos tanto en compra como en venta. Esa idea de calidad se había quedado pequeña teniendo en cuenta cómo había evolucionado el sector y como la competencia era, cada día, mayor».

La patata de Meléndez es diferente: controles exhaustivos de las plantaciones, pues los clientes nos demandan una patata «más sana y controlada». «Ahora lo podemos hacer porque tenemos una estructura sólida y un equipo preparado para dar las pautas de cultivo y controlar la cosecha. Asimismo, hemos conseguido tener ciertas exclusividades de semilla, lo que se logra con volumen. Además, al hacernos con cerca de un 20% de cuota, nos hemos visto beneficiados y ayudado a reestructurar el sector, a que cambie de mentalidad y se preocupe más de la calidad del producto».

La compañía facturó el año pasado 57 millones al igual que en 2016, aunque vendió 40.000 toneladas más. «Las razones de este volumen de negocio –agrega– son diversas: ha sido la peor campaña en precio en lonja, se ha plantado más y el clima no ha ayudado». Su plan estratégico con vistas a 2021 tiene dos objetivos: producir 250.000 toneladas y conseguir que el cien por cien sea de origen nacional. Actualmente, un 25% procede de fuera, sobre todo de Francia. Aunque se trata de un difícil reto, «hemos pasado en cuatro años de un 40% a un 75%». «Los productores de otros países –prosigue– nos llevan años de adelanto en tecnología y conservación. Aquí se valora mucho la imagen de la patata. Tenemos que conjugar calidad culinaria y atractivo visual. Hemos de tenerla los 12 meses del año y, ciertamente, hay un periodo donde es francamente difícil ofrecerla porque su aspecto se deteriora. Estamos haciendo dobles cosechas en el sur para tratar de tener el producto lo más fresco posible y no prolongar tanto la conservación».

La exportación sólo representa en estos momentos un 3% de la facturación total. «Vendemos a Portugal y, en menor medida, a países del Este. Las patatas que no podemos sacar en España y que tenemos en excedente las mandamos a países donde no demandan tanta calidad visual. En cambio, a Holanda y Bélgica exportamos nuestras producciones más óptimas de la Región de Murcia y Andalucía. Tenemos previsto montar una estructura comercial importante para el exterior de la mano del boniato, un producto que pronto empezaremos a comercializar y que es muy consumido en los países de nuestro entorno», concluye.

Y a partir de 2019, boniatos

Meléndez y su equipo trabajan a fondo para producir y distribuir batata dulce desde el próximo año. «Hemos visualizado este negocio porque su consumo está en aumento no tanto en España como en Europa. Algunos mercados lo demandan mucho. Vamos a cultivar los boniatos en la zona de Jerez de la Frontera. El único sitio donde se da una climatología favorable. Estamos colaborando con productores que lo han experimentado y con los que vamos a constituir una sociedad mixta». Además, «como empresario individual, tengo un proyecto bonito con el que quiero posicionar la patata en el restaurante para venderla directamente, a través de una cadena de franquicias».

Source: The PPP Economy

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