Más músculo empresarial para tirar del carro económico


Las grandes empresas son un motor seguro de crecimiento, y volverán a ser protagonistas en la recuperación pos-Covid. Pero aún son muy pocas en España, y continúan representando un porcentaje muy reducido del total. Las de más de 250 trabajadores suponen el 0,2%, aunque aportan el 35,4% del empleo. Los fondos Next Generation pueden ser un bálsamo para un parque empresarial que aún necesita dar un importante estirón.

Indicadores como el número de empleados o la facturación marcan las convenciones a la hora de hablar de ‘grandes empresas’, aunque, como comenta Juan de Lucio, profesor de la Universidad de Alcalá: «Una compañía es grande por la productividad, por la facturación por empleo, la capacidad de generar riqueza, de vender productos y servicios. Y por intangibles como la disponibilidad o la implicación del equipo directivo y de los trabajadores, sin olvidar lo consumos intermedios, la marca, la capacidad de innovación, etc.». A la hora de establecer referencias en el contexto europeo, destaca: «Por ejemplo, Alemania por su gestión de la mediana empresa y la innovación; Italia, por la comercialización; los países nórdicos en nuevas tecnologías, etc.».

Beneficio común

En todo caso, y como señala Raúl Mínguez, director del Servicio de Estudios de la Cámara de Comercio de España, las grandes compañías realizan un «efecto tractor» en la economía, por lo que factores como la internacionalización o la innovación, que revierten en la productividad, benefician al conjunto: «Prueba de ello fue y está siendo el efecto de las grandes empresas nacionales en nuestras exportaciones e inversiones exteriores, que se extiende al resto de la economía a través de sus efectos multiplicadores, indirectos e inducidos, que alcanzan a la práctica totalidad del tejido empresarial». Cerca de tres millones de empresas, de pymes a grandes, según datos del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo (el 94,4%, con menos de 10 trabajadores según Eurostat).

Este músculo financiero se pone a prueba en España en unas semanas en las que, según datos de la OCDE, el impacto, a distintos niveles, de la pandemia, ha supuesto la mayor caída en 2020 de las economías del G20 (-10,9% interanual frente al -3,1% de media europea). Si bien es cierto que la situación es global, como confirman indicadores como el índice de confianza empresarial del Instituto de Investigación Económica alemán (IFO), que ha caído algo más de un punto desde el final del verano.

En este escenario, la fiscalidad se confirma como una de las variables que más afectan al desarrollo empresarial, como destacaron recientemente desde el BCE: «Unas condiciones de financiación favorables son esenciales para que la economía siga recuperándose y para contrarrestar el impacto negativo de la pandemia sobre la inflación». Y más aún cuando desde la OCDE (que representa a 140 países, un 90% del PIB mundial) ha propuesto fijar un suelo global del 15 % al impuesto de sociedades.

En este punto Carlos Balado, profesor de OBS Business School y director general de Eurocofin, comenta las diferencias atribuibles al tamaño empresarial: «En el impuesto de sociedades, que grava los beneficios de las empresas, se encuentran grandes diferencias en sus tipos efectivos, entre pymes y grandes corporaciones. Según el tamaño, los tipos efectivos sobre la base imponible abonados por el conjunto de empresas españolas oscilan entre el 18,59% (4,57% del beneficio) de las que facturan más de 1.000 millones y el 23,42% que pagan las que ingresan de uno a dos millones (14,68% de sus ganancias)».

Según señala Balado, las grandes empresas pagan un tipo real mucho más bajo que las demás, «pero no porque el impuesto sea más bajo para ese tipo de empresas (el Impuesto de Sociedades es del 25% para todas las sociedades, independientemente de su tamaño), sino porque las grandes acceden a deducciones a las que las más pequeñas no pueden».

La idea es que esa medida pueda extenderse a todos los negocios, de todos los tamaños, porque esas inversiones, además de dar derecho a deducciones, también generan más beneficios a largo plazo. «El crecimiento (añade) debería ser accesible para todos los negocios, sea cual sea su tamaño. Dicho lo cual, no parece que la mejor solución sea disminuir la diferencia impositiva subiendo los tipos de las grandes empresas, sino bajando los de las pequeñas».

El profesor Balado también destaca la importancia de una terna imprescindible para toda empresa, más aún en el caso de las grandes: «La estabilidad de los ingresos, el nivel de endeudamiento (entre un múltiplo de 5 a 12 veces el ebitda, según el sector de actividad de la empresa) y la capacidad para refinanciar la deuda»… aspectos que, por ejemplo, se han visto sacudidos durante la pandemia en sectores como el turístico: según datos del INE, 83,5 millones de turistas en 2019; 18,9 millones en 2020. Y en un marco general como el descrito en la ‘Encuesta Empresarial 2021’ del Círculo de Empresarios: «Hay riesgos en lo relativo a la escasez de oferta de algunas materias primas y su efecto en las cadenas de suministro, así como al encarecimiento de los costes de producción y su impacto directo en las previsiones de las empresas y de las familias».

En cuanto a la gestión del capital humano, Alfredo Santos, director general de Morgan Philips Executive Search, y de Fyte (Find Your Talent Easily) en España, resume, en primer término, las conclusiones de un estudio realizado por su compañía a este respecto: «¿Qué caracteriza la gestión del talento en las grandes empresas del siglo XXI? Nuestro estudio destaca, en primer lugar, a la sostenibilidad, seguida por la simplificación en los procesos organizativos y la capacidad para implantar el teletrabajo». A partir de ahí, y según el especialista, factores como la comunicación, el bienestar emocional, la RSC y el ‘compliance’, o el ‘reskilling’ son otros vectores que terminan incidiendo positivamente en la cuenta de resultados.

¿Cómo deben ser los líderes de las grandes empresas en el siglo XXI? Santos se centra en el concepto «brillantez»: «En cuatro aspectos: saber hacer un diagnóstico apropiado, ser capaz de definir un plan, hacer al resto adherirse al mismo, y garantizar una correcta ejecución» Un retrato robot, en realidad, aplicable transversalmente por toda la compañía y a todo tipo de empresas, basado en «proactividad, agilidad, versatilidad, colaboración transversal y adaptabilidad».

En este ámbito de «gestión emocional», desde Deloitte destacan, dentro de su estudio internacional ‘Resilience Report 2021’, que aquellas organizaciones con una fuerte cultura de resiliencia han tenido más del triple de posibilidades de solventar la crisis respecto a competidores sin dicha cultura. «De hecho (comentan desde la consultora), los planes de crisis con mayor éxito tienen en cuenta el conjunto del horizonte temporal».

Ante este panorama, Marc Puig, presidente del Instituto de la Empresa Familiar, ha reivindicado, en el XXIV congreso anual de la institución, la necesidad de reivindicar el potencial de las empresas españolas: «A tamaño similar en comparación con otros países europeos, nuestras empresas son perfectamente competitivas. Facilitemos entonces que nuestras empresas puedan crecer».

En el caso del gobierno español, en pleno trámite de los procelosos Presupuestos Generales del Estado, apuesta por la Ley Crea y Crece, para facilitar la creación de empresas, luchar contra la morosidad comercial y reducir trabas a la expansión del negocio de las pymes. Con facilidades para la creación de sociedades, y reformas implementadas a través del Centro de Información y Red de Creación de Empresas, la ley contempla, por ejemplo, la ampliación del catálogo de actividades económicas exentas de licencia, con un marco de reducción de obstáculos regulatorios o financieros.

Desde otro ámbito ideológico, en la Comunidad de Madrid describen herramientas y procedimientos como, entre otros «la certidumbre institucional y seguridad jurídica, un marco tributario de impuestos bajos; la reducción de regulación y obstáculos para la inversión y el emprendimiento, etc.».

En opinión de Manuel Giménez, consejero de Economía, Empleo y Competitividad: «Tenemos la responsabilidad de garantizar un marco institucional que genere estabilidad y certidumbre a las empresas, tanto a las que ya operan en la región, como a las interesadas en iniciar su actividad aquí desde cualquier parte del mundo. Somos muy conscientes de que son las empresas las únicas generadoras de riqueza, crecimiento y empleo, y no las administraciones públicas». Un objetivo desarrollado a través de tres grandes ejes: «libertad económica, certidumbre institucional e impuestos bajos».

Los obstáculos que impiden pensar en grande

Laura Gismera, profesora de Gestión Empresarial de Comillas ICADE, señala las cinco dimensiones con las que se relaciona el crecimiento de cualquier empresa: «Tamaño, edad, sector de actividad, estructura financiera y existencia de recursos ociosos». En este contexto, ¿por qué (sin ir más lejos, en España) es tan difícil que haya más grandes empresas?… Gismera comenta cómo «los académicos y expertos en gestión buscamos factores claves de éxito o limitantes al respecto y descubrimos que no son muchos los modelos encontrados, y las estrategias son dispersas y distintas».

La profesora se remonta en el tiempo, a 2004, al mencionar el estudio ‘SMEs business growth model: a médium to big affort’. «Nos indica –comenta– que las empresas medianas que llegan a ser grandes son aquellas que han encontrado un ‘gap’ en las multinacionales existentes y se hacen así un hueco en su mercado, porque encuentran ineficiencias en las mismas o porque explotan nichos que las grandes empresas habían pasado por alto». Y en una de las obras de las que es autora reflexiona sobre «qué ocurriría si todas las empresas medianas quisieran convertirse en grandes y si, desde un punto de vista sostenible, es asumible por la sociedad y por el planeta tener tantas».

Gerardo Cuerva, presidente de Cepyme, destaca, por su parte, las trabas a superar: «Es necesario apoyar a las empresas y ponerlas en el eje de las políticas económicas, así como eliminar los obstáculos que penalizan el crecimiento empresarial, como los relativos a la obligación de contar con comités de empresa; no poder presentar las cuentas anuales de forma abreviada o realizar los pagos del IVA con periodicidad mensual». Un panorama aún más complejo en tiempos de pandemia: «Las pequeñas empresas son las más vulnerables, por sus recursos más limitados y su menor capacidad ante los cambios de ciclo».

Como apunta Cuerva: «Las grandes pueden acceder más fácilmente a la financiación, convencional o alternativa, pueden adaptarse en los momentos adversos y priorizar inversiones complejas e innovadoras, generar más empleos de calidad y posicionarse en mercados exteriores. Y tienen un gran poder de arrastre de otros miles de pequeñas empresas. Cepyme apuesta por las medianas empresas y por empujar a que esa mediana se haga grande, sin complejos, con las menores trabas posibles».

Programas de la institución como Cepyme500 reconoce la actividad «de empresas excelentes, con alto crecimiento, capacidad innovadora y de creación de empleo y proyección internacional», mientras que en la iniciativa CreCEPYME (cuyos resultados de la primera edición se presentarán pronto), grandes empresas líderes en distintas áreas de gestión, acompañan a pymes en su proceso de desarrollo. Otras entidades, como Círculo de Empresarios, Fundación Bankinter y el ICEX colaboran en ‘Cre100do’.

Source: Noticias

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