Los robots también quieren ser granjeros


La esperada falta de mano de obra en la agricultura en los próximos años plantea un verdadero reto al sector. Además, el previsible futuro aumento de la población vendrá acompañado de una mayor necesidad de alimentos. En este escenario, el uso de la robótica y la inteligencia artificial (IA) en el campo es una necesidad y poco a poco van apareciendo startups que trabajan en prototipos para dar respuesta a este desafío. «Va a haber una hecatombe de falta de humanos en la agricultura. Se está viendo venir, pero parece que no tomamos las medidas adecuadas para acelerar la automatización en el sector agrícola», afirma Marius Robles, cofundador de Food By Robots. «Ya se trabaja con prototipos en la supervisión y selección de bananas, recolección de fresas, en las viñas, en la eliminación de malas hierbas… Ya se pueden solucionar varias cosas», añade.

Durante su participación en la feria Food 4 Tech, que ha tenido lugar esta semana en Bilbao, Robles ha advertido de la importante evolución que vamos a vivir en el sector. «Es cierto que a nivel de adquisición sigue siendo caro, pero con nuevas modalidades como ‘Robot as a service’, que te permite el alquiler, vamos a vivir una evolución», resalta el emprendedor. Recuerda además que la robótica para la agricultura había pasado desapercibida para los grandes inversores y ahora empieza a haber rondas significativas. «Va a suponer que nuevas compañías puedan adquirir robots o que grandes compañías den el salto y empiecen a incorporar la agricultura robotizada», puntualiza.

Espera que en dos años vivamos un salto significativo en la aplicación de estas soluciones al campo, pero para ello «es necesario una amplia sensibilización, comunicación y análisis de todas las perspectivas que va a comportar este cambio. Teniendo en cuenta que el principal factor es que no hay humanos, es un argumento convincente». En su opinión, «España debería ser pionera en los próximos cinco años en este campo, desde un brazo robot, drones, robots… hace falta tener un plan estratégico para que esto sea una realidad. Debe ir en paralelo el proyecto político e industrial y que los fabricantes de robots quieran integrarse en este sentido».

Proyecto europeo

«La robótica y la IA han abierto nuevas posibilidades, pueden ayudar en diferentes pasos de la cadena agroalimentaria. Nos ayudan a predecir el rendimiento de los cultivos para saber qué plantar y cuándo, o predecir las propiedades del suelo, proteger los cultivos…», resalta Ander Ansuategui, investigador del centro tecnológico y de investigación Tekniker, también ponente en Food4Tech. El prototipo de robot en el que han trabajado desde Tekniker, dentro de un proyecto europeo con otras empresas, se ha movido de forma autónoma en el invernadero. «Inspeccionaba las plantas en busca de pestes. Se ha entrenado para el tomate, pero se puede utilizar en otros cultivos», explica el investigador. Para Ansuategui una de las grandes ventajas de robotizar el sector agrícola es que «va a hacer el trabajo del campo más atractivo para nuevas generaciones».

Tekniker ha participado en el proyecto europeo GreenPatrol, enfocado a la creación de un sistema que permita mejorar la producción agrícola en invernaderosUno de los últimos avances en robots agrícolas es el VineScout, desarrollado por investigadores de la Universidad Politécnica de Valencia (UPV). Permite estimar en todo momento el estado hídrico y varios indicadores climáticos en el entorno de la vid y ayuda al viticultor a optimizar el riego o planificar la vendimia de la forma más eficiente. Este robot es totalmente autónomo; incorpora sensores ambientales radiométricos y espectrales, de ultrasonidos y un avanzado sistema que combina visión e inteligencia artificial.

«Se ha diseñado pensando en las necesidades de viticultores, pero gran parte del trabajo es trasladable a otros cultivos. Lo que hace es una toma de datos masiva y sistemática», explica Francisco Rovira, director del Laboratorio de Robótica Agrícola (ARL) de la UPV. «La modernización de las estructuras agrarias nos lleva a una estructura similar a la de los viñedos, en espaldera, que ya se encuentra en olivos, almendros, arándanos… y que facilita la entrada de robots», apunta el profesor. Una vez acabado el prototipo, están intentando darle una salida y han solicitado una patente europea. «Queda acabar de industrializar las conexiones electrónicas internas y perfeccionar algunos aspectos de la navegación, en los giros», aclara. Entre los atractivos de esta tecnología se encuentran los sensores que incorpora el robot y que permiten medir aspectos del viñedo y del entorno. Rovira recuerda que de forma manual se toman 36 medidas mientras que el robot «registra entre 15.000 y 20.000». Desde este departamento van a seguir trabajando con robots para introducirlos en otras labores del sector agrícola. Por ejemplo, «en los países del sur las plagas nos invaden y no podemos permitirnos no aplicar tratamientos. Hay pulverizadores inteligentes que se pueden aplicar cuando hagan falta. Los productos pueden ser nocivos y puede ser muy beneficioso que esta labor la haga un robot», matiza.

Cultivo de la fresa

Agrobot es una de las empresas pioneras en la utilización de robots en el cultivo de fresas. Esta compañía fue creada en 2008 en Huelva y pocos años después en Estados Unidos se interesaron mucho por su proyecto y empezaron a invertir en él. «Comenzamos con la fresa y ahora estamos probando con otros cultivos. Está funcionando muy bien, pero es difícil lograr un buen ratio de rentabilidad en el caso de las fresas, donde el envasado es un arte. Los trabajadores del campo recolectan y envasan y la máquina no, solo hace una cosa», afirma Juan Bravo, cofundador de Agrobot. Pero todo lo aprendido con las fresas lo están poniendo en práctica para otros cultivos y asegura que se está produciendo «una revolución bestial en la agricultura motivado sobre todo por la IA».

Cree que se notará más primero en territorios como California, con clima similar al español, pero con explotaciones mucho mayores y más rentables. «En Huelva trabajan 1.000 agricultores en la fresa, que mueve 350 millones de euros. En EE.UU. una sola empresa factura 3.000 millones de euros y se puede invertir en I+D+i», pone como ejemplo.

Precisamente Antonio Barrientos, del Centro de Automática y Robótica de la Universidad Politécnica de Madrid, también señala el factor económico como uno de los problemas para la entrada de los robots en el campo. «Según qué países, puede ser difícil rentabilizar la inversión en un sistema automatizado en general y robotizado en particular frente al coste de la mano de obra», explica el experto. También habla del problema legislativo relacionado con la seguridad. «En general, aún no está permitido el que un vehículo autónomo (pensemos en un gran tractor sin conductor) opere sin una continua supervisión humana que permita retomar el control manual de manera inmediata».

Por otro lado, si bien en agricultura intensiva la inversión de robotizar puede resultar ventajosa, en pequeñas explotaciones, con cultivos más diversificados, la robotización, «si bien posible, es más compleja y por ello menos rentable», añade este experto. En cuanto a aspectos más propios de la investigación, recuerda que aún hay camino por recorrer en la interpretación de la información y la toma de decisiones, «por ejemplo para identificar las necesidades fitosanitarias del cultivo, incluso planta a planta en el caso de horticultura». A pesar de los puntos que deben ser todavía resueltos, Barrientos cree que en agricultura de exteriores la robotización puede cubrir buena parte de las tareas mecanizadas.

Independencia y precisión

En su labor de monitorización y de análisis, el robot de VineScout circula por las vides de forma autónoma, evitando obstáculos y colisiones. Para navegar por las parcelas incorpora un sistema totalmente independiente de la señal GPS, una de las grandes ventajas y diferencias respecto a otros sistemas que hay en el mercado. Así, no requiere la recarga de mapas pre-grabados, algo a lo que los agricultores no están acostumbrados y que acaba siendo un factor disuasorio.

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