La meta digital y la etapa reina


Una proporción alta de la economía está prácticamente cerrada y las previsiones sobre su apertura o supervivencia son poco fiables. Sólo «sabemos que no conocemos», según la popular expresión de Donald Rumsfeld, ni la duración, ni gravedad de la pandemia.

Empezamos a conocer, sin embargo, que van a seguir los cambios en los patrones de consumo y modelos productivos: comercio electrónico, teletrabajo, reuniones virtuales, que coinciden además con los objetivos de digitalización y transición ecológica, para los que la UE va a destinar cuantiosos recursos con la finalidad de mejorar la conectividad, impulsar el comercio electrónico, especialmente en las pymes, y promover un uso eficiente y responsable de los datos como motor de la innovación.

Es la digitalización para el medio ambiente y el transporte, así como para el sector agroalimentario y sanitario. Incluye también un plan de acción destinado a mejorar la conectividad de los centros educativos y una nueva estrategia de ciberseguridad a nivel de la UE. Esa es la meta, pero para llegar hasta ahí todavía quedan por cumplir objetivos clave, de los que el más importante, con un símil ciclista la etapa reina, es cerrar la brecha de producción en la economía de la UE y en la de Estados Unidos.

En los tiempos de crisis el sector privado corta la demanda de consumo y de inversión y se genera una brecha de producción entre la demanda agregada y la oferta. Para solucionarlo, se recurre a una expansión de los gastos y al aplazamiento o recorte de los impuestos, y así proteger a los más vulnerables y evitar la destrucción de la capacidad productiva.

Las dos economías siguen esa política de expansión de los gastos, aunque hay una gran diferencia entre las ayudas de Estados Unidos y las de la UE. La brecha de la producción en Estados Unidos es de 900.000 millones de dólares, mientras que en la UE es de un billón de euros. La Eurozona entró en la crisis hace un año con una brecha de producción de un 2-2,5% negativo y Estados Unidos cero. En 2020, el golpe en la demanda de la economía de la UE ha sido más fuerte que en Estados Unidos.

Dada la severidad de la crisis y la alta incertidumbre que la rodea es preferible aumentar los estímulos que tener que lamentarse por no haberlo hecho, pero no parece ser esa la opinión de las autoridades.

El gobierno americano ha puesto en marcha un plan de estímulos fiscales de 2,8 billones de dólares, entre los que se incluye el Plan Biden de 1,9 millones de dólares; sumado el volumen de 200.000 millones de dólares en estabilizadores automáticos (impuestos a los beneficios empresariales, renta de los trabajadores, prestaciones por desempleo…) Estados Unidos ha inyectado en su economía dos veces y media el total de su brecha de producción.

Esa es una de las razones por las que en los mercados se espera aumento de la inflación y de que hayan subido las rentabilidades de los bonos, expectativas que la Reserva Federal y el BCE quieren reducir a toda costa.

Estas cifras contrastan fuertemente con las de la Eurozona, que prevé inyectar este año 420.000 millones de euros y con los estabilizadores automáticos, cerca de 300.000 millones de euros, sólo se cubriría el 70% de la brecha.

En todo plan estratégico deben combinarse aspiraciones y capacidades. La aspiración de ser una economía digital es loable, pero las capacidades para alcanzarla tienen que reforzarse más.

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