La maldición del empleado número 50


Conozco a un empresario con un negocio de cara al público al que le iba de maravilla hasta 2019. La empresa era de su padre y él ayudaba en ella desde que era niño. Se conocía todos los secretos. Invertían la mayoría de sus ganancias cada año en ampliar su actividad. Los vi prosperar porque daban muy buen servicio. Siempre mejores instalaciones y más empleados. Entonces llegó la pandemia y su clientela mermó bastante, pero resistió y siguió abierto. Le cayó un confinamiento perimetral de siete semanas y tuvo que cerrar. Entonces solicitó un ERTE. Como tenía 61 trabajadores, le dijeron que tenía que financiar el 25% de las cotizaciones sociales de sus trabajadores. Si hubiese tenido menos de 50 empleados, no habría tenido que poner nada.

Resultado: ha despedido a 15 trabajadores, ha cerrado parte del negocio porque además debe mantener distancia social para continuar operando y ha echado números y ha descubierto que puede mantener una rentabilidad parecida siendo más pequeño. La consecuencia no se notará en su margen, probablemente vivirá más tranquilo porque tendrá menos actividad, pero sí lo notarán los 15 trabajadores que se han quedado sin trabajo, así como sus proveedores que le venderán menos género y que tarde o temprano tendrán que buscar alternativas o reducir su tamaño.

«Si no hubiera venido la pandemia, nunca habría descubierto que la virtud empresarial en España está en mantenerse por debajo de los 50 trabajadores», me explicó. Desgraciadamente no le falta razón. Este fenómeno se denomina en el mundo económico como ‘la maldición del empleado número 50’.

España destaca en Europa por el pequeño tamaño de sus empresas. El número de medianas empresas es un 33% inferior a la media de la UE, según datos de Cepyme, la patronal del sector. Sólo el 0,6% de las firmas españolas son medianas frente al 2,4% en Alemania. De hecho, el 95% de las empresas son microempresas, con menos de 10 trabajadores. En Alemania, en cambio, las microempresas son el 82%. Generaciones de políticos españoles han sido incapaces de entender y resolver esto. Con la excusa de ayudar a la pyme, no han hecho más que crear incentivos para que no dejen de ser pymes. Ahora, el Gobierno parece comprometido a estudiar una ley que incentive el crecimiento empresarial.

El factor crítico es el exceso de regulación. «Eliminar los obstáculos al crecimiento empresarial es la única vía de que los fondos europeos sean útiles para las pymes y ganen en competitividad», afirma Gerardo Cuerva, presidente de Cepyme. Cuerva menciona algunas de las barreras que frenan el crecimiento de las plantillas por encima de los 50 empleados: la obligación de constituir un comité de empresa, no poder presentar cuentas anuales de forma abreviada, la obligación de hacer los pagos de IVA de forma mensual y la necesidad de contratar a un auditor de cuentas.

La patronal propuso que estas obligaciones fueran optativas y que se elevara su obligatoriedad a un número mayor de empleados, por ejemplo, 150.

Además de estas cuatro barreras, diversas investigaciones han puesto en evidencia que hay otras cuestiones fiscales, administrativas y organizativas que incentivan a las empresas a seguir siendo pequeñas. Un estudio reciente del Banco de España, firmado por Juan S. Mora-Sanguinetti y Ricardo Pérez-Valls, ha comprobado que «la complejidad del marco normativo en España a escala desagregada se relaciona negativamente con el número total de empresas y con el capital de las empresas entrantes», es decir, que mientras más complejidad, menos empresas y con menos capital. Pero la producción normativa en España no cesa: se ha multiplicado por cuatro desde finales de la década de 1970. En 2018, la suma de nueva regulación de todas las Administraciones ascendió a 11.737 normas. En 1995, eran 7.918 normas.

Esta complejidad afecta a las empresas de una manera distinta. Penaliza mucho a las sociedades de responsabilidad limitada, con un mayor tamaño, mientras que incentiva a las personas físicas empresas, circunscritas a mercados locales.

Los factores que están determinando el tamaño del tejido empresarial español están bien estudiados y son múltiples. Sin embargo, ningún gobierno los ha abordado en serio porque hay que tocar muchos aspectos (tributarios, laborales, administrativos). Con el impulso del Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia, el Gobierno de Pedro Sánchez ha dicho a la patronal Cepyme que está estudiando una nueva ley de crecimiento empresarial.

Está demostrado que las empresas más pequeñas son menos productivas, tienen menos solidez financiera, son más vulnerables ante las crisis, acceden a la financiación en peores condiciones, invierten menos en I+D+i, atraen y retienen menos el talento, sus trabajadores tienen menor nivel formativo, sobreviven menos años, se internacionalizan menos y cooperan menos entre sí.

El Barómetro de Cepyme detectó un mejor comportamiento de la mediana empresa frente a la pequeña en esta crisis. Han perdido ingresos, pero en menor proporción. El 40% de las empresas ha visto reducido sus ingresos en más de un 50%, en cambio las medianas han visto caer sus ingresos, pero en menor porcentaje (el 51% ha perdido entre el 0 y el 25%), dos de cada tres medianas han optado por el teletrabajo y sólo un 23,7% cree que su supervivencia esté en peligro, frente al 50,5% del sector.

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