La banca europea adelgaza sus plantillas en busca de rentabilidad


Los bancos europeos han dejado atrás el pánico para sumirse en la incertidumbre. Así, cuando han pasado ya más de dos años desde que España solicitase el rescate bancario y evitase la implosión de su sistema financiero, las grandes entidades del Viejo Continente afrontan ahora un proceso de racionalización con el que buscan abaratar sus costes laborales, que suponen el 60% de las obligaciones totales de las entidades, y compensar los problemas de rentabilidad que arrastra el sector. En lo que va de año, seis gigantes de la banca europea como RBS, HSBC, Deutsche Bank, Unicredit, Barclays y Standard Chartered han anunciado recortes en plantilla que afectan a un total de 145.200 empleados; una cifra que aumenta hasta los 173.000 si se tienen en cuenta al resto de entidades del sector.

Unas políticas de adelgazamiento que ya empezaron a fraguarse durante los años de crisis –entre 2008 y 2014, el sector ha prescindido de 369.986 trabajadores, según datos del Banco Central Europeo (BCE)– pero que ahora llaman más la atención al producirse en un contexto de recuperación económica. Sin embargo, y pese a que el motor económico europeo poco a poco comienza a rodar, la realidad es que con unos márgenes cada vez más estrechos y un modelo de negocio en reconversión, la banca europea se ha visto obligada a replantearse su actividad en muchas divisiones y a abandonar proyectos de escasa rentabilidad. Un ejemplo es la venta del negocio de Barclays en España a Caixabank o la salida de Deutsche Bank de 10 países, entre los que se encuentran, entre otros, Chile, Argentina, Finlandia, Dinamarca y Nueva Zelanda.

Pero, ¿qué causas están detrás de estos recortes? En opinión de los expertos consultados existen cuatro razones fundamentales. Por un lado, el entorno de bajos tipos de interés, que influye en la consideración y planificación de los gastos de explotación de las entidades; la lenta recuperación de la economía europea, que apenas creció un 0,3% en el tercer trimestre; el proceso de transformación digital del sector y el consiguiente cierre de sucursales; y, por último, el nuevo marco normativo –Basilea III– que contempla unas duras exigencias de capital para evitar que se repitan los excesos del pasado.

Source: The PPP Economy

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