FLAM, la alternativa al plástico se esconde en la naturaleza


Javier Gómez Fernández, investigador de la Universidad de Tecnología y Diseño de Singapur (SUTD), pasó por el MIT y la Universidad de Harvard. Salió a la palestra en 2015 por la creación del nuevo material biodregadable, el shrilk, creado con técnicas de microelectrónica y nanotecnología y etiquetado como el perfecto sustituto del plástico. Repasando su recorrido, Fernández asegura que «el shrilk es importante no solo como material, también como concepto. Tiene la particularidad de que está estructurado de la misma manera que se forman los materiales en la naturaleza, ya que es capaz de encontrar soluciones con los elementos que tiene a su alrededor y crea auténticas genialidades de la ingeniería».

Este material suponía coger quitina del caparazón de las gambas y conseguir una proteína de la seda llamada fibroína. Afirma que Procter&Gamble, Nike, Gillette o Coca-Cola llamaron a su puerta, pero asegura que las rechazó para continuar con la búsqueda de una tecnología que siguiera las reglas de la naturaleza. «Aprendimos muchas cosas con las charlas con las compañías, relacionadas con el coste y las implicaciones de escalar un producto», dice Gómez.

De shrilk a FLAM

En 2016 desarrolló otro material, llamado FLAM, en el que se mantenía la quitina, pero la fibroína salía de la ecuación, sustituida por otro material que se puede encontrar en cualquier rincón del mundo, la celulosa. «Son los dos componentes biológicos más abun dantes del mundo. Así se cumple el tercer requisito de la bioinspiración, usar el material de una manera integrada con la ecología del ecosistema», señala el científico. FLAM requirió de una impresora 3D con un brazo robótico, y era mucho más barato, lo que es un detalle importante para hacerlo competitivo con el plástico, y se puede producir a velocidades increíbles. Además los biomateriales suponen no producir basura, ni emitir CO2.

Brazo robótico para el diseño del FLAMAños más tarde demostraron que el material lo podían obtener en cualquier ecosistema. «Eso es crucial para lugares como Singapur, que es un país que no tiene sector primario, con lo cual depende enormemente de los recursos de los países que tiene alrededor. Y con los biomateriales le das la oportunidad de regionalizar su producción».

‘La edad de los biomateriales’

En el fondo es la visión de los biomateriales no solo como sustitutos del plástico, sino como una nueva forma de materiales que permiten el desarrollo de tecnología y conceptos para solucionar

los retos de este siglo, no únicamente los medioambientales y geopolíticos. Una filosofía que también se puede aplicar en la creación de ecosistemas fuera de la Tierra, algo que, según plantea este científico, se puede hacer de manera óptima con biomateriales creando un sistema circular.

En los próximos dos años espera que la tecnología esté más escalada y se aplique en los que sectores que son sus principales colaboradores, el inmobiliario y la automoción. Será un salto cualitativo con un concepto totalmente diferente. Fernández señala que «consumimos y producimos al ritmo que lo hacemos porque tenemos el plástico, pero con los biomateriales adaptaremos con rapidez un nuevo modelo. Antes de que termine el siglo vamos a ver lo que nosotros llamamos ‘la edad de los biomateriales’, una transición que va a cambiar la economía».

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