Energías renovadas para estimular la reactivación económica


España está inmersa en un cambio de modelo energético que le permita, al igual que el resto de la UE, alcanzar la neutralidad climática en 2050. Si bien la ruta hacia la descarbonización en la UE empezó en el año 2005, con la entrada en vigor del mercado de derechos de CO2 para controlar y reducir las emisiones, en 2019 con el Pacto Verde Europeo se fijaron nuevos objetivos y se convirtió en una nueva estrategia de crecimiento de la Unión para transformarla en una economía sostenible y competitiva.

Con la pandemia de por medio, los fondos europeos Next Generation son una pieza clave en la transición energética, «una apuesta que no tiene vuelta atrás en España. Va a ser muy importante el plan de recuperación que dedica el 40% de los fondos a la transición energética, rehabilitación de viviendas, red de recargas de vehículos, autoconsumo… Estamos en la transición hacia un mundo que espero que sea un poco distinto al actual», señala Natalia Fabra, catedrática en el departamento de Economía de la Universidad Carlos III de Madrid. «Soy una convencida de que la transición energética será una palanca económica y de cambio de modelo productivo. Es un estímulo para la economía», añade. Alberto Martín, socio responsable de Energía y Recursos Naturales de KPMG en España, resalta el efecto que van a tener estos fondos en «acelerar la adopción de tecnologías de transición energética que no han alcanzado aún su nivel de plena competitividad y que con estas ayudas pueden ya ser rentables y comenzar a implantarse. Como ejemplos podemos mencionar el hidrógeno verde, el almacenamiento con baterías, el vehículo eléctrico o la eólica marina flotante». El impulso que van a proporcionar los fondos europeos, combinados con las reformas, «va a ser un acelerador muy significativo de la hoja de ruta de transición energética. Los fondos facilitarán el desarrollo de la cadena de valor en vectores y tecnologías energéticas necesarios para la transición energética, ayudarán a llevar las tecnologías “verdes” a los clientes y sobre todo atraerán la inversión privada hacia esta transición», puntualiza Felipe Requejo, socio líder de Energía y Recursos de Deloitte España y socio líder Mundial de Consultoría en Power, Utilities & Renewables.

Las ayudas comunitarias no son esenciales para cumplir los objetivos del Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030 pero sí «pueden ser buen impulso sobre todo en las líneas que requieren más apoyo público. En el desarrollo de las renovables más maduras (eólica y fotovoltaica), por ejemplo, hace falta un marco regulatorio para recuperar las inversiones y no apoyo financiero», recuerda Luis Atienza, presidente de Argo Capital. «Donde sí es importante y necesario el apoyo de los fondos es en el ámbito de la rehabilitación energética. La rentabilidad no es tan evidente y se le puede dar un impulso. Se trata de fomentar la inversión y generar actividad económica y empleo», apunta Atienza. Es también necesario un impulso a la electrificación del automóvil y a los puntos de recarga. «Los fondos pueden ayudar en el desarrollo de estos negocios nuevos que requieren equipamientos», matiza.

Entrar en acción

España estableció unas metas claras a medio y largo plazo a través del PNIEC y la ley de Transición Energética con un consenso suficientemente amplio como para dar claridad al sector energético sobre el rumbo que se va a seguir. «Además, nuestro país ha venido desarrollando en los últimos años una regulación avanzada que está permitiendo clarificar y facilitar el desarrollo de renovables, por ejemplo, en autoconsumo o en acceso y conexión a la red», señala el socio de KPMG. No obstante, cree que existen dos aspectos en los que España tiene que mejorar para que la transición energética sea un éxito. «Uno, el de asegurar la seguridad jurídica a los inversores, y para ello medidas intervencionistas repentinas en los mercados con motivaciones políticas de corto plazo son muy dañinas. El segundo, agilizar los trámites burocráticos de permisos y autorizaciones, sobre todo a nivel autonómico, municipal y de operadores de redes, que están retrasando mucho el desarrollo de renovables».

Los fondos europeos ayudarán a atraer inversión privada hacia la transición energética

Oliverio Álvarez, socio responsable del Área de Regulación en Energía de Deloitte y miembro del Centro Europeo para la Recuperación y Resiliencia de Deloitte, recuerda que la contribución del plan español a la transición ecológica asciende aproximadamente al 40% de su asignación total de 69.500 millones de euros, superando el mínimo del 37% exigido por las instituciones europeas. «Las medidas para acelerar la transición ecológica en España incluyen 3.900 millones de euros para el fomento de energías renovables innovadoras y 3.400 millones de euros para renovación, y mejora de la eficiencia energética, de más de medio millón de edificios residenciales». Un plan que también contempla medidas para promover la movilidad sostenible, descarbonizar la industria, reducir la dependencia energética, y paliar los efectos adversos del cambio climático. Incluso incluye actuaciones para fomentar la economía circular mediante la mejora de la gestión del agua y los residuos en el país. «Desde el punto de vista cuantitativo y cualitativo, tenemos una hoja de ruta clara y explícita para la transformación del sector energético, y eso es muy positivo». Para Álvarez es necesario poner en práctica este plan detallado «de un modo eficiente y transparente. Este es el reto ante el que nos encontramos. El modo en que se ejecute el plan será clave para reforzar la colaboración público-privada y así maximizar el valor que los fondos traerán a la transición energética».

Tejido industrial

Tal y como recuerda Alberto Martín, de KPMG, España dispone de uno de los tejidos industriales más potentes y eficientes del mundo para el despliegue de tecnologías de transición energética. «Algunas de nuestras grandes compañías son líderes mundiales en áreas como el desarrollo de centrales renovables o el diseño y fabricación de aerogeneradores, y nuestro tejido de empresas auxiliares ha permitido, por ejemplo, que seamos uno de los países del mundo con un coste más bajo de construcción de plantas fotovoltaicas, a niveles comparables con la misma China».

Natalia Fabra también destaca la importancia de la industria de energías renovables aunque recuerda que «parte de ese tejido industrial, sobre todo lo que tiene que ver con el sector fotovoltaico, se destruyó con la moratoria renovable pero tenemos las bases. La industria eólica es muy potente, el 100% de un parque se puede construir en España y a la vez tenemos empresas que pueden realizar esas inversiones. Y tenemos sobre todo el recurso, sol, viento, espacios vacíos que deben ser ocupados evitando instalar parques renovables en zonas medioambientalmente y socialmente sensibles».

Madurez

Si bien existen tecnologías maduras, entre ellas las renovables convencionales (solar, eólica terrestre), las relacionadas con la eficiencia energética (especialmente en edificios), y la movilidad sostenible en determinados casos; «otras se encuentran con avances muy importantes en su madurez como la eólica marina y las redes eléctricas inteligentes; mientras que hay otras que se encuentran todavía en un estado incipiente de desarrollo para ser competitivas y poderse implantar a gran escala: almacenamiento de energía, biocombustibles, hidrógeno verde y la captura, uso y almacenamiento de CO2», añade Requejo.

En este cambio de modelo hay que entender también el papel del consumidor. Los hábitos de consumo inciden directamente tanto sobre la demanda energética total, reduciéndola o aumentándola, como en la curva de consumo, es decir, en qué momento del día, semana o año consumimos más o menos energía. «Todo ello incide en la generación eléctrica necesaria para satisfacer esas demandas en tiempo y cantidad, lo que da lugar a mayores o menores ineficiencias de los sistemas de distribución y generación eléctrica y obliga (o no) a utilizar sistemas de generación de mayor o menor coste de producción y emisiones de CO2», Fernando García Mozos, jefe del Departamento Residencial y Edificios del Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDEA)

Algunas apuestas se encuentran aún en un estado incipiente de desarrollo para ser competitivas

Si consideramos los datos de consumo energético por hogar a nivel europeo, España está por debajo del valor medio, aunque también nuestra climatología media más suave que el resto de Europa lo favorece. «Una vez realizados una serie de ajustes a paridad de poder de compra, así como la climatología y estructura económica media de la UE, se puede afirmar que el comportamiento de España en cuanto al uso de la energía a nivel general no es peor que el de la media europea, si bien se debe seguir haciendo un esfuerzo continuo para avanzar en el cumplimiento de los objetivos de descarbonización», resalta García Mozos.

Concienciación

Desde IDEA creen que el cambio de hábitos se puede lograr de forma relativamente rápida con campañas de concienciación o tarifas de precios. La discriminación horaria en el recibo de la luz está siendo eficaz en ese cambio de hábitos ya que además de las labores de concienciación ciudadana de cómo ahorrar energía, «está pensada también para que el usuario cambie su forma de consumir energía en el hogar y en la empresa».

Tampoco se debe olvidar el efecto de la pandemia, ya que pasar más tiempo en casa «nos ha hecho valorar más el consumo energético y el confort en nuestros hogares, así como pensar en cómo reducirlo y mejorarlo». García Mozos recuerda que nuestro consumo energético tiene un efecto directo en el cambio climático «ya que tanto la energía que consumimos en nuestro transporte como en nuestra calefacción es mayoritariamente de origen fósil, lo que redunda en altas emisiones de CO2 en las centrales eléctricas que generan pate de esta electricidad». Es el momento del cambio. Yusuarios, empresas e instituciones parecen decididas a avanzar con energías renovadas.

El desafío de las interconexiones

Dentro de los problemas que tiene España en el camino hacia la transición energética se encuentra el de unas malas interconexiones. «El sistema ibérico está mal interconectado con el europeo y vemos sus efectos en esta crisis del gas. No es casualidad que los sistemas eléctricos más altos son los que están más aislados: el Ibérico, Italia y Reino Unido. Y va a tener más importancia en el futuro», explica Luis Atienza. «Tenemos además la desventaja que la red del sur del Francia es muy débil por lo que se requiere reforzarla más allá de la frontera», añade. Se está trabajando en la interconexión submarina entre España y Francia a través del Golfo de Vizcaya, valorada en 1.750 millones de euros, pero se cree que la infraestructura no estará operativa hasta 2027, momento en que proporcionará un ahorro de 400 millones anuales a los consumidores españoles.

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