El reto de derribar fronteras en un nuevo tablero del juego


En las últimas décadas se ha producido una evidente apuesta de las empresas españolas por los mercados extranjeros. Nuestro país fue uno de los pocos países europeos que ganó de forma casi constante cuota exterior de exportaciones en los años de la crisis financiera y los posteriores. «Las empresas españolas han destacado en los últimos 15 años de forma no suficientemente reconocida. España ha ganado competitividad exterior, pero sigue teniendo algunas cosas que mejorar. Una de ellas es que el número de grandes empresas exportadoras es limitado en comparación a otros países. Sigue existiendo dificultad para que las empresas españolas crezcan y para que las pymes exporten. Poco a poco se está cambiando, pero aún es un tema de cultura empresarial y de tamaño corporativo que hay que seguir trabajando», comienza por explicar Santiago Carbó, director de Estudios Financieros de Funcas.

Cree que a pesar de las dificultades existentes por el contexto energético en el que vivimos y por los problemas de suministro de semiconductores y materias primas, «el papel de las grandes empresas españolas en el exterior será fundamental más adelante para alcanzar un crecimiento potencial más elevado y, con ello, generar empleo y más competitividad». No obstante, cree necesarios aún cambios estructurales importantes como una mayor apuesta por la innovación, la ciencia y la tecnología. «El Estado invierte poco en relación al PIB en este sentido y, con ello, se pierde potencial de aplicación de un capital humano que es bueno en términos comparativos», matiza.

Marta Blanco, presidenta de CEOE Internacional recuerda que la decisión de las grandes empresas por la internacionalización durante la década de los años noventa «obedece a una estrategia de búsqueda de nuevas oportunidades más allá del mercado español, de crecimiento para alcanzar las dimensiones necesarias para competir en los mercados internacionales y de diversificación del riesgo». Instrumentos como los acuerdos para evitar la doble imposición o los acuerdos de promoción y protección de inversiones, han contribuido a este proceso, «pero no han sido los factores decisivos que han motivado la internacionalización de las grandes empresas», puntualiza.

Las razones que han justificado la inversión productiva en el exterior dependen de la situación de la empresa y del sector. «En unos casos viene motivada por la necesidad de abastecerse a costes competitivos de insumos o materias primas. En otros para estar más cerca de los clientes y aumentar el conocimiento de sus necesidades y preferencias y fidelizarles», indica Antonio Bonet, presidente del Club de Exportadores e Inversores Españoles. Pero también se produce «para sortear trabas fiscales al comercio o para poder vender servicios que “no viajan” como la hostelería o la electricidad», añade.

Ministerio de Industria , comercio y Trabajo

Es importante destacar también el efecto que esta internacionalización tiene en la mejora de la competitividad a medio plazo, «pues deben enfrentarse a otras empresas de todo el mundo que ofrecen productos o servicios en condiciones muy diferentes y eso les impulsa a mejorar sus procesos de producción o la calidad de sus productos y servicios. Por otro lado, deslocalizar parte de la producción puede afectar positivamente a los costes y, por ende, a la competitividad», resalta Bonet.

Sin alternativas

La pandemia ha acelerado procesos iniciados previamente, como son la digitalización, el proteccionismo económico o la rivalidad tecnológica. Y todos ellos impactan sobre la internacionalización de las empresas. «No creemos que la apuesta de nuestras empresas por los mercados internacionales pierda en intensidad en los próximos años, porque es la única manera de asegurar un crecimiento sostenido en el medio y largo plazo, así como evitar que los resultados de una empresa dependan de manera preponderante de la evolución cíclica de determinados mercados», resalta Blanco. Sin olvidar que dos de los principales fenómenos que incidirán en la evolución de nuestras economías, como son la descarbonización de las economías y la digitalización, «abren nuevas oportunidades a nuestras empresas precisamente en aquellos mercados donde se realice un gran esfuerzo inversor en estos dos ámbitos o destaquen por modelos de consumos más sofisticados».

Santiago Carbó cree que España tiene que estar presente, de la mano de la UE pero con un nivel de presión y negociación propio, «en la redefinición de acuerdos comerciales en mercados tan importantes como Estados Unidos. El tablero de juego se está moviendo y hay muchos intereses españoles en mercados como los agroalimentarios o los manufactureros». Por otro lado, Asia es también un mercado importante para España, «donde se valora mucho nuestro producto y donde también hay ciertas disfuncionalidades que deben resolverse tanto de forma bilateral como con el concurso de la UE».

En el Club de Exportadores consideran que el principal problema al que se enfrentan hoy las empresas internacionalizadas viene provocado por la incertidumbre. «Hay subidas del coste de insumos y materias primas, además de desabastecimiento. Esto genera incertidumbre a las empresas sobre si van a poder atender sus pedidos internacionales y si tendrán que subir precios de venta. Además, las empresas consideran que ciertas subidas de costes internos en España pueden hacerlas menos competitivas internacionalmente, como salarios, impuestos, coste de la electricidad», reflexiona Bonet. Cree que tras el Covid, en el reposicionamiento global del comercio internacional, la recuperación y reapertura rápida de las empresas españolas «nos ha dado una ventaja en la carrera por ocupar esos espacios y las empresas españolas están respondiendo muy bien a estas oportunidades».

Peinciplaes barreras

A la hora de hablar de barreras para la internacionalización, la falta de financiación no es el principal problema y se deben distinguir entre los obstáculos endógenos y exógenos. Entre los primeros, «debemos mencionar el pequeño tamaño de muchas de nuestras empresas, que no han alcanzado la dimensión necesaria para iniciar la internacionalización de sus negocios. Dentro de los segundos, existe una variedad de factores, como son los aranceles y las barreras no arancelarias, en el caso de los exportadores; la calidad institucional y la seguridad jurídica, en el caso de los inversores, o la creciente fragmentación regulatoria, que perjudica tanto a exportadores como a inversores», explica la presidenta de CEOE Internacional. Además, a estos factores hay que añadir cuatro nuevos fenómenos surgidos en pandemia, como son «los problemas de movilidad internacional; el aumento del coste de los transportes; la subida del precio de las materias primas y la falta de aprovisionamiento de productos intermedios, que inciden en la producción de bienes finales», añade.

Adaptarse a situaciones complicadas

España es un país que sabe adaptarse muy bien a situaciones complicadas. «Tiene una oportunidad para aumentar sus exportaciones de servicios a empresas gracias a la mayor disposición de éstas para contratar servicios en línea. Este sería el caso, por ejemplo, de la consultoría o la ingeniería», indica Antonio Bonet. Destaca que este probable avance de España en el comercio internacional de servicios vendría favorecido por la buena posición de las empresas españolas en este segmento. «En el periodo 2013-2019, las exportaciones de otros servicios empresariales crecieron en España un 7,5 % anual, porcentaje superior al alcanzado para el conjunto de los servicios (que incluye el turismo), 6,2 %, y los bienes, 3,6 %. Además, en este periodo, España ganó cuota en el mercado internacional de las exportaciones de servicios a empresas», puntualiza.

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