El gran repartidor


No es muy probable que las medidas planeadas por el Gobierno para abaratar los alquileres alcancen sus objetivos. De lo que no hay ninguna duda es de que los dos partidos del Gobierno lograrán los suyos. A Podemos le permite justificar ante los suyos el apoyo que prestarán a los Presupuestos, mientras que Pedro Sánchez se asegura el poder presentarlos a tiempo, lo que le abre la puerta a terminar la legislatura con placidez, con la única amenaza de que se alborote el avispero catalán. Así que ya de entrada, éxito garantizado, tendrá 196.142 millones de euros para gastar. ¿Se imagina cuántos amigos se pueden hacer con tantísimo dinero?

¿Qué pasará con los objetivos que justifican el acuerdo? Pues vaya usted a saber, lo más probable es que poca cosa, pero ya habrá cumplido su función cuando nos demos cuenta de ello. De momento deberá superar los recursos y después, la llave definitiva la van a tener las CCAA, en lo que se refiere a la bajada de los precios y de los Ayuntamientos, en lo relativo a las subidas de los IBI de las viviendas desocupadas. Ya de entrada ese planteamiento conduce al desbarajuste. Cada uno podrá hacer sayos con su capa y el PP anuncia que no lo aplicará.

En segundo lugar, se enfrentan a la lógica del mercado. Cuando el precio de un producto – en este caso de una vivienda – sube es porque no hay suficiente oferta para satisfacer a la demanda, de tal modo que el castigo a la oferta – en el precio de los alquileres y, en especial, en las restricciones establecidas al destino del suelo – no hará sino empeorar las cosas. La reserva del 30% para viviendas protegidas tiene una clara presentación social, pero va a producir disfunciones sin cuento. ¿Hay viviendas protegidas en la Plaza de la Concordia parisina, en el Grosvenor londinense, en el Kremlin de Moscú? ¿Las habrá en el barrio de Salamanca o en el Paseo de Gracia? ¿Por qué cree el gobierno que es quien mejor sabe cuánto debe costar un alquiler?

Las ayudas para los jóvenes estimularán el alquiler, al facilitarlo, aunque sea a un coste de 2.000 millones que agrandarán el déficit, ya de por si castigado por nuestras penurias habituales y presionado por la incidencia de la inflación sobre las pensiones y los sueldos de los funcionarios, cuyo número sigue aumentando y el coste total supera ya el total de las ayudas europeas previstas. Nada nuevo. Este Gobierno no sabrá generar riqueza, ni mejorar la eficacia del gasto, pero como ‘repartidor’ de dinero es insuperable. Para muestra, estos presupuestos

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