El comercio es la primera piedra de la relación con China


China es el futuro. Si te dedicas a los negocios, estudia mandarín que es el idioma del mañana. ¿Quién no ha escuchado esas frases unas cuantas veces? Salvo unos pocos escépticos, todos parecemos estar de acuerdo en que el gigante asiático, además de ser ya la segunda economía del planeta, todavía guarda muchísimo potencial. Y eso que los últimos años no han sido los mejores para las cuentas chinas. Desde 2010, permanecían estancadas por la deuda acumulada (casi un 250% del PIB) hasta que, por fin, en 2017 el dragón ha vuelto a despertar y su economía ha crecido un 6,9%. El Fondo Monetario Internacional (FMI) ya ha avisado, puede robarle el liderazgo a Estados Unidos y muchas naciones han movido ficha para cerrar relaciones comerciales con una China más abierta.

«El Estado se está liberalizando y actualmente es uno de los grandes defensores del libre comercio en detrimento de países como EE UU, que ha adoptado una política proteccionista con el presidente Trump al frente. De hecho, el número de compañías europeas operando en China es enorme, y a la inversa ha crecido exponencialmente durante los últimos años», apunta Amadeo Jensana, director de Economía y Empresa de Casa Asia.

La española Inditex ha sido una de las sociedades que más ha apostado por el mercado chino. En 2004, sólo había abierto allí 8 tiendas, hoy suman 620. El grupo de Amancio Ortega es una de las 600 que están establecidas en el gigante asiático, según el Instituto Español de Comercio Español (ICEX). El número de empresas que han hecho el camino opuesto, afincándose en nuestro país gira entorno a las 75, indica un informe de Esade. No obstante, hay que tener en cuenta que más de 45.000 chinos están dados de alta como autónomos en la Seguridad Social y muchos de ellos han puesto en marcha su negocio con capital ahorrado en su territorio.

Exportaciones

Estos inmigrantes han escogido España porque se ha caracterizado por ser un país de acogida, tanto a nivel ciudadano como comercial, ya que históricamente hemos sido importadores. Sin embargo, la caída de la demanda interna durante la crisis provocó que las empresas mirasen al exterior para colocar sus productos, y las exportaciones han crecido de forma consecutiva en los últimos ocho años. Pero China ha sido, simplemente, un pequeño aliado. En 2016, un total de 2.069 empresas les vendieron bienes y servicios, un 26,5% más que el ejercicio anterior, y ha seguido aumentando. Así, los datos más recientes del ICEX indican que entre enero y noviembre de 2017 las exportaciones hacia el país asiático subieron un 29,4% interanual hasta los 5.788 millones de euros, cerrando el «top 10» de naciones que más productos españoles reciben con un 2,3% del total.

Aún estamos lejos de aprovechar al cien por cien que China necesita comprar más fuera de sus fronteras porque su industria ha reducido el ritmo de producción, que ha pasado de registrar un incremento del 7,6% en enero de 2017 a un 6,2% a finales de año (en parte por la clausura de empresas altamente contaminantes). La competencia es demasiado dura, pues está claro que el socio europeo preferido es Alemania, que según el observatorio OEC, exporta mercancías a China por un valor de 69.590 millones. Pero no hay excusa para que un mercado con características parecidas al nuestro, el italiano, «exporte más que España», confirma Carlos Sentís, director general de Henkuai-Spain China Project.

No obstante, España sí otorga a China un papel prioritario en las importaciones, pues es el tercer país al que más compramos. Aunque, como todos sabemos, que el gigante asiático ocupe el podio es inevitable al ser uno de los grandes centros de producción del planeta (a pesar de que las cifras desciendan), lo que demuestra la universalidad de la etiqueta «Made in China». En los primeros 11 meses de 2017, España importó de China bienes y servicios que costaron un total de 23.629 millones de euros, lo que supone un alrededor de un 8% más que el año anterior.

La relación comercial entre España y China todavía refleja unas cantidades demasiado pequeñas para el potencial que tiene la segunda economía del mundo. Sentís admite que «ahora estamos más cerca y realizamos más intercambios que nunca, el problema es que no reconocemos a China como una prioridad, los ingresos de nuestros negocios proceden de Europa o de América Latina. Se plantea que esos son los mercados importantes, pero no se puede poner a la misma altura a Polonia y a China. Esto nos ocurre por esa soberbia de autodefinirnos como la puerta del mundo a América Latina. Sin embargo, los chinos conectan directamente con ese continente sin necesidad de que seamos intermediarios».

Sólo hay que echar un vistazo al mapa mundi para darnos cuenta de que China puede relacionarse por sí misma con Venezuela, Colombia o Brasil sin tener que pasar por España. Intentar convencer al gigante asiático de que somos fundamentales en sus relaciones con el continente americano, a parte de ser geográficamente ridículo, demuestra que, ni siquiera, nos hemos parado a pensar qué pueden demandar de nosotros más allá de la obviedad, el aciete –el 75% del que se consume procede de la península–.

De momento, España y China son conocidos, pero no llegan a ser amigos justo cuando se cumplen 45 años del inicio de las relaciones diplomáticas entre ambos estados. Si la conexión no ha avanzado lo esperado es porque, señala Sentís, «las empresas tienen pocos contactos con los chinos, no existe comunicación, y eso es muy importante. Por último, hay un desconocimiento mutuo que hace difícil comprenderlos». Y ése es el motivo del fracaso porque, señala, «queremos venderle la moto a los chinos sin saber cuál es la que les hace falta».

Promoción privada

La ausencia de iniciativa pública para promover el turismo chino en España ha llevado a que las empresas privadas se impliquen en atraer a los visitantes que más gastan. El Corte Inglés es buen ejemplo. Fuentes de la compañía aseguran que los clientes del país asiático son una prioridad, por ello disponen de dependientes originarios de China o que dominen el mandarín para facilitarles el proceso de compra. Las centros comerciales más importantes de El Corte Inglés cuentan con zonas personalizadas para los turistas chinos. Aparte de las áreas de «tax free», en la que los visitantes compran productos que no incluyen IVA, hay tiendas de marcas de lujo que se han establecido pensando, particularmente, en las demandas que los turistas chinos puedan tener. Y es que, según la propia empresa, el 70% de sus clientes internacionales realizan compras de lujo. Más allá de los establecimientos, El Corte Inglés está presente en todas las ferias de turismo de Asia para potenciar la Marca España. La compañía se traslada a China, pero también facilita la llegada de personalidades de la nación que puedan impactar sobre una mayoría de población. El pasado miércoles volvió a su país una «influencer» china que estuvo visitando Madrid de la mano de El Corte Inglés. La estrategia consiste en enseñarles la ciudad, que saquen fotos y vídeos que cuelguen en sus redes sociales para que sus seguidores conozcan España y generar el interés por venir. También es relevante el proyecto «Love Spain» que ha emprendido Henkuai junto a otras compañías como Iberia. Carlos Sentís, su director general, señala que organizarán «ocho eventos en China, reuniones con ‘‘influencers’’ y lo que sabemos que funciona».

Source: The PPP Economy

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