¡Cuidado con la tentación de volver a ligarlo todo al IPC!


Quién nos iba a decir hace solo unos meses que uno de los problemas económicos a los que nos íbamos a enfrentar ahora sería la inflación. Después de años con el IPC bajo control, por los efectos de las distintas crisis, Europa y Estados Unidos se enfrentan ahora a fuertes incrementos de precios que pueden ser pasajeros, consecuencia de la demanda embalsada durante la pandemia, o pueden ser un serio problema por los llamados efectos de segunda ronda, que ya habíamos olvidado, y que pueden poner en un brete a las autoridades monetarias y a las fiscales.

Según cálculos del BCE, la inflación europea podría situarse a finales de año en el entorno del 3%, alrededor del 4% en países como Alemania, donde se prevé un mayor tirón de la economía. En 2021 la subida media de precios se situaría en torno al 1,9%, y en 2022 bajaría hasta el 1,5%. En este escenario la política monetaria se mantendría laxa, tal y como está ahora previsto, y seguiría siendo el principal puntal para la recuperación. Pero existen riesgos de que los precios suban mucho más de lo que está previsto, y entonces las autoridades monetarias tendrán que empezar a plantearse la retirada de estímulos; los tipos de interés pueden subir antes de lo previsto; y algunos países especialmente endeudados, como España, pueden tener problemas.

Está claro que los próximos trimestres todos los países europeos, incluido el nuestro, van a registrar crecimientos muy fuertes. El propio Banco de España elevaba esta semana sus previsiones de crecimiento para situarlas en el 6,2% este año y en el 5,8% el próximo. El impulso que provocarán los miles de millones de inversión de los fondos europeos, los bajos tipos de interés y el ahorro de las familias durante la pandemia, que una vez levantadas las restricciones dispararán el gasto, justifican estas buenas perspectivas de crecimiento para las economías de la UE. Pero todo esto no está exento de riesgos, especialmente en países como España, donde el Gobierno de coalición de socialistas y populistas pueden tener la tentación de aplicar medidas que lleven al país a una nueva espiral inflacionista, algo de lo que hace años que nos habíamos olvidado.

Y me refiero a que en los últimos ejercicios los distintos gobiernos, con la complicidad de los agentes sociales, han ido tomando medidas para deshacer la llamada indexación de la economía. Desde que estalló la crisis financiera poco a poco los ejecutivos apostaron por ir desligando los salarios públicos y privados y las pensiones de la inflación. La experiencia había demostrado que ligar la subida de salarios y pensiones al IPC se traducía en más subidas de precios, lo que se conocía como efectos de segunda ronda, provocando un impacto perverso en la economía. Pero desde que Sánchez se instaló en la Moncloa ha ido dando pasos en la dirección contraria. El índice de revalorización de la pensiones, aprobado por el Ejecutivo de Rajoy, que ligaba las subidas de las pensiones a la salud del sistema, al PIB y a los precios, ha pasado ya a mejor vida, y las pensiones –por el acuerdo de los partidos en el Pacto de Toledo– vuelven a ligarse al IPC. Y con los sueldos públicos, puede ocurrir otro tanto. Y eso puede tener un efecto arrastre también sobre el sector privado, donde las cláusulas de revisión salarial ligadas al IPC son ya prácticamente inexistentes en los convenios.

Los gobiernos europeos, incluido el de Sánchez, deben ser especialmente cuidadosos para evitar esos temidos efectos de segunda ronda. Si caen en la tentación de volver a ligarlo todo al IPC podemos entrar en una espiral inflacionista que obligue al BCE a retirar estímulos y subir tipos. Y eso tendría consecuencias muy negativas para la recuperación.

La inflación de la UE rondará el 3% a final de año

El BCE cuenta con una fuerte recuperación de las economías europeas que pueden llevar la inflación hasta el entorno del 3% al cierre del año, el 4%en países como Alemania.

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